CARISMA

La Visitación venía a colmar el vacío que existía a comienzos del siglo XVII en la vida monástica femenina: órdenes reformadas muy austeras que exigían una salud robusta; o antiguas abadías relajadas. Con la Visitación, el Obispo de Ginebra, haciendo un especial hincapié en la ascesis interior, abría la puerta de la vida religiosa a personas que no podían entregarse a grandes austeridades. La suavidad relativa de la Regla se veía compensada por la insistencia en la práctica de la humildad, de la caridad, la lucha contra el egoísmo y el amor propio para lograr que el alma, libre de todos los lazos, estuviera totalmente disponible a la acción divina.

Esta manera de vivir el Evangelio suponía una gran novedad en su tiempo y respondía a una necesidad real que motivó gran afluencia de peticiones para fundar comunidades parecidas en muchas ciudades, dando lugar a una prodigiosa expansión: a la muerte del Fundador en 1622, eran 13 los monasterios y 87 cuando murió la Madre de Chantal en 1641.

Tal vez, la mejor definición del espíritu de la Orden la dio la misma Fundadora, Sta. Juana Francisca de Chantal, recordando la intención de San Francisco de Sales: "Las religiosas de la Visitación que tengan la dicha de observar fielmente sus reglas, podrán llevar con verdad el nombre de Hijas Evangélicas, particularmente establecidas para ser las imitadoras de las dos virtudes más amadas del Sagrado Corazón del Verbo Encarnado, la dulzura y la humildad, que son como la base y el fundamento de su Orden y les dan el privilegio particular y la gracia incomparable de llevar el título de Hijas del Corazón de Jesús".

Nada extraño es, pues, que cuando Dios quiso descubrir al mundo entero su Corazón Sagrado, testimonio viviente de su inmenso Amor, escogiera precisamente a una visitandina: Margarita María de Alacoque (1647-1690). El lugar: Paray-le-Monial. Según San Alfonso Mª de Ligorio, después de la Creación y la Encarnación, jamás ha mostrado Dios tanto amor como en Paray. La espiritualidad del Corazón de Jesús es la llama más ardiente de fuego luminoso que haya llegado a los hombres después de Pentecostés. Prueba de ello es que desde entonces han sido infinidad las congregaciones, asociaciones, etc. que han surgido teniendo como fuente las revelaciones de Santa Margarita María.